Estoy segura de que he llorado todas las lágrimas que había dentro de mí. Pero aprendí que con las lágrimas no puedes hacer que alguien que no te quiere vuelva a quererte o que algo que pasó no haya pasado.
Siempre está ahí. Aunque todo vaya bien y los niños jueguen y las parejas se besen, y eso… siempre está ahí. Pero la mayoría de la gente no es capaz de verlo.
Es eso que siempre se está escabullendo. Cómo todos nos estamos muriendo por dentro. Lo tristes que estamos todos realmente.
A veces las cosas no salen bien y no es culpa de nadie.
Puede que ahora tenga sentido. Puede que en alguna parte entre todo esto haya una razón. Puede que en alguna parte entre todo esto haya un porqué. Puede que en alguna parte esté aquello que te permita que lo envuelvas todo, le pongas un lacito y lo entierres en el jardín de atrás. Que lo entierres tan hondo que parezca que nunca ha pasado. Pero nada. Ni un porqué, ni enfadarse, ni decir que lo sientes, ni oraciones, ni lágrimas. Nada puede hacer que algo que ha pasado no haya pasado.
Soñamos con el amor hasta que nos enamoramos. Es entonces cuando los sueños se hacen realidad. Las mariposas en el estómago, los pelos de punta mientras tu amante te roza la espalda con la punta de sus dedos, la humedad de su saliva cuando te besa, el olor de su pelo cuando te abraza, el calor de su mano cuando te agarra con fuerza para llevarte lejos, muy lejos... Peor es entonces, cuando parece que todos los sueños se han cumplido, cuando dejas de soñar y te abandona la inocencia. Consigues un trabajo, eres médico o astronauta, soñador o business man... y dejas de mirar por la ventana, y dejas de cerrar los ojos para imaginar mundos que siguen ahí, en tu mente, pero que parecen borrarse con el paso de los años... Es así y así va el mundo. Muchos adultos dejan de soñar y de creer en los sueños.